martes, 17 de noviembre de 2015

Un Egoísta


Cuentan que, hace muchos años, un hombre santo, que tenía fama de hacer milagros, se dirigió corriendo hacia el corazón del desierto perseguido por uno de sus discípulos.
-Oh, maestro- dijo el hombre jadeando. -Si nadie nos persigue, ¿por qué corremos así?
-Huimos de un egoísta que viene a molestarnos- contestó el maestro sin mirar siquiera atrás
-Pero maestro- prosiguió el discípulo.
-Tú curas a los ciegos, devuelves el oído a los sordos y resucitas a los muertos ¿Por qué este temor y esta prisa? ¿El egoísmo no es acaso también una enfermedad?-
-Pues verás- respondió el maestro sin detener su marcha- cuando susurro el nombre de Dios en un cadáver, éste resucita. Cuando lo hago en los oídos de un sordo, los oídos se abren, y cuando rezo delante de un ciego, recupera la vista. Pero de todas las veces que he invocado a Dios delante de un egoísta, nunca he obtenido ningún resultado.-
Intrigado, el discípulo preguntó -Pero maestro ¿qué diferencia puede haber?-
-La diferencia es que el ciego quiere sanar, el muerto vivir y el sordo oír, pero el egoísta se cree el centro del mundo y no quiere cambiar, por tanto, como no reconoce su enfermedad, no puede sanar.-
Dijo finalmente el maestro mientras aceleraba su paso.

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