domingo, 17 de mayo de 2015

Mi Único Tesoro


Hace mucho tiempo, cuando los pueblos todavía eran nómadas y la vida transcurría al abrigo de sencillas tiendas de lona buscando los pastos más adecuados para el ganado, cruzó el desierto una familia de beduinos.
El Padre, famoso en la región por su bondad y sabiduría, reunió a todos sus hijos e hijas, yernos y nueras, nietos y nietas, cargando sus pertenencias sobre los camellos, y salió a buscar un nuevo destino.
Pero en la travesía, el camello que llevaba el tesoro que había reunido tras muchos años de esfuerzo, tropezó y cayó, desperdigándose las joyas sobre la fina arena.
Así, el hombre, viendo lo sucedido, llamó a su familia y les dijo:
- Mirad, estos son todos los tesoros que he guardado para vosotros. Que cada cual coja el que más le guste y se lo quede –
Obedeciéndole, uno cogió una corona, buscando no obstante el permiso paterno con la mirada.
Otro cogió un cetro, pidiendo igualmente permiso.
Algunos tomaron anillos de oro, otros, túnicas de fina tela, gargantillas, pulseras y demás joyas.
Solamente el más pequeño de los hermanos permaneció inmóvil al lado del Padre.
Cuando el hombre se percató, miró a su hijo y le preguntó:
- ¿Por qué no coges tú también lo que más te guste? –
– Padre –
Dijo el pequeño
 - ¿De veras puedo coger lo que más quiera? –
– Claro, hijo mío, toma el tesoro que desees –
Entonces, el pequeño, poniéndose frente a él, lo abrazó fuertemente, acurrucándose en su regazo, y le dijo:
- Padre, tú eres mi único Tesoro –
Y el Padre, tocado en lo más profundo de su corazón, igualmente abrazó a su hijo contra su pecho sin poder contener las lágrimas. 

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