martes, 14 de abril de 2015

Historia De Flores








Varias veces mi hija me había dicho por teléfono que tenía que ir a ver los narcisos.
Yo quería ir pero significaba manejar durante dos horas. 

“Voy el próximo martes, te lo prometo”, terminé diciéndole después de su tercer llamado.
El martes siguiente amaneció frío y lluvioso, pero como le había prometido ir, fui.
Cuando llegué a la casa de Carolina y abracé a mis nietos le dije: 
“olvídate de los narcisos, entre las nubes y la niebla, el camino es invisible y además nada en este mundo me impulsó a manejar hasta aquí a no ser por vos y tus hijos”.
Mi hija sonrió con serenidad y dijo: 
“estamos acostumbrados a manejar con este clima mamá”. 
“Bueno”, le dije con firmeza, “pero no pienso volver a salir a la calle hasta que la tormenta no haya pasado pero tan solo para irme a casa”.
“Esperaba que me llevaras hasta el taller mecánico a buscar mi auto”.
“Queda muy lejos?” le pregunté.
“Unas pocas cuadras” me contestó Carolina. 
“Yo manejo, estoy acostumbrada a hacerlo”.
Me llevó por el camino más largo para pasar por el jardín de los narcisos.
Después de unos veinte minutos doblamos en un pequeño camino de grava y vi una pequeña iglesia. 
Lejos de la iglesia pude ver un cartel hecho a mano que decía “Jardín de narcisos”.
Bajamos del auto y tomando a los niños de la mano, caminé detrás de Carolina a lo largo del camino. 
Luego dimos la vuelta, miré y me quedé sin aliento.
Ante mi se extendía la vista más gloriosa.
Parecía como si alguien hubiera tomado una enorme tina de oro y la hubiera derramado sobre los picos y las laderas de la montaña.
Las flores estaban plantadas majestuosamente, patrones de colores que formaban remolinos, grandes cintas de un naranja intenso, blanco, amarillo, rosa, un color de azafrán al lado de un suave color manteca.
Cada variedad de color había sido plantada como un grupo de forma tal que pudiera ir formando remolinos y siguiera un camino parecido a un río de un único color.
“¿Quién hizo esto?” Le pregunté a Carolina.
“Una mujer”, me contestó. “Vive en esta propiedad, aquella es su casa”.
Mi hija apuntó hacia una casa con techo a dos aguas que lucía pequeña y modesta entre tanta gloria.
Caminamos hacia la casa. 
En el patio había un cartel. 
El título decía: 
“Respuestas a las preguntas que te debes estar haciendo”: 
la primera respuesta es simple: “50.000 bulbos”.
La segunda decía: “Uno a la vez, una sola mujer, dos manos, dos pies y un cerebro muy pequeño”.
La tercera respuesta era: “comencé en 1958”.
Y allí estaba: la ley del narciso.

Para mí en ese momento fue una experiencia tal que me cambió la vida.
Pensé en esa mujer que nunca había visto, y que desde hacía más de cuarenta años había comenzado plantando un bulbo, un bulbo a la vez para traer su idea de belleza y alegría a una montaña oscura.
Y sin embargo plantando un bulbo a la vez, año tras año, había cambiado el mundo.
Esta mujer desconocida había cambiado para siempre el mundo en el que vivía. Ella había creado algo de inefable (e indescriptible) magnificencia, belleza e inspiración.
La ley que su jardín de narcisos nos enseña es uno de los principios más grandes para celebrar. 
Y nos enseña a movernos hacia nuestro objetivo y nuestros deseos un paso a la vez, a veces casi con pasitos de bebé, y nos enseña a amar este proceso, nos enseña a utilizar la suma del tiempo.
Cuando multiplicamos pequeñas fracciones de tiempo por pequeños incrementos de esfuerzo diario, también nosotros descubriremos que podemos lograr cosas magníficas.
Podemos cambiar el mundo.
“De alguna manera me hace sentir triste” admití frente a mi hija.
“Quién sabe qué hubiera podido lograr si me hubiera fijado un objetivo hace treinta y cinco o cuarenta años atrás y hubiera plantado un bulbo a la vez durante todo ese tiempo. 
Sólo pensar en lo que hubiera podido lograr…”
Mi hija resumió mi idea según su estilo directo: 
“empezá mañana” me dijo

“No tiene sentido pensar en las horas perdidas de ayer. 

La forma en que aprendemos una lección de celebración en vez de arrepentirnos es preguntarnos: Cómo puedo poner esto en práctica hoy?”

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