lunes, 1 de diciembre de 2014

La Enseñanza Del Sabio De La Túnica De Color Ciruela


Bajo las ramas de un árbol, al borde del camino, Chao Mu meditaba.
Un joven se llegó a él, trastornado.
-¡Es horrible!  Vuelvo de la ciudad imperial Lo-Yang, y sólo he visto por todas partes robos, niños apaleados, hambre y guerra.
En el palacio, en torno al emperador, la gente se deja llevar por los más bajos instintos.
En la ciudad, las calles están sembradas de inmundicias y apestan
¿Qué se puede hacer?
¿Qué debo hacer?
El sabio dijo:
-Ven a sentarte aquí un momento, junto a mí
Se quedaron allí mucho rato, silenciosos, lue­go, el sabio se levantó y llevó consigo a su compañero hasta el camino.
Mientras andaban en silencio, se dieron cuenta de la belleza de las flores, de la fortaleza de los árboles.
Llegaron a un pueblo al mediodía, don­de las gentes descansaban y todo irradiaba paz.
Al recorrer el pueblo, el estudiante murmuró:
-¡Sin embargo, esta mañana la gente se pe­leaba y gritaba!...
Más allá se veía un campo donde los solda­dos descansaban, y el estudiante observó:
-Hace unas horas guerreaban y ahora están tan tranquilos...
De madrugada, el sabio y el joven llegaron a Lo-Yang.
Las calles estaban limpias, la gente iba tranquilamente a sus asuntos y el aire fresco halagaba el olfato.
Pasearon un rato por el pala­cio imperial, y luego se sentaron en el patio.
El emperador se acercó a ellos sonriendo y dijo:
-Hoy es un día de paz y tranquilidad.
En el camino de regreso, el estudiante mani­festó su sorpresa:
-¿De dónde procede este cambio, si ayer mis ojos no encontraban por todas partes más que muerte y negatividad?
Entonces dijo el sabio:
 -Oh, es muy sencillo.
Lo que tú eres se refleja a tu alrededor.

Y donde ­quiera que estés ves tu propia realidad.

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