sábado, 5 de julio de 2014

Un Suspiro En El Viento


Estaba un lama tibetano dando una conferencia en una asamblea interreligiosa cuando comenzó a hablar de la importancia de la compasión.

De repente se levantó una monja de la orden de la madre Teresa de Calcuta y le dijo: 
- Si quieres saber lo que es la compasión, ven a trabajar junto a nosotras con los pobres y los enfermos. 

Avergonzado, el lama cambió de tema y comenzó a hablar de la renuncia, pero de repente se levantó un sadhu medio desnudo y le dijo: 
- Para hablar de renuncia primero debes desposeerte de todo lo que tienes. No sólo de tus bienes materiales, sino también de lo que crees que eres.

Avergonzado de nuevo, cambió de tema y comenzó a sermonear a los presentes acerca del ego y la vanidad, no obstante se levantó un derviche y replicó: 
- ¿Cómo puedes hablar de ego y vanidad sentado en un trono? Mira, mi único lugar es la tierra que hay ajo mis pies, en la que me postro para adorar a Dios.

Sin saber qué hacer, el lama dio un giro a su discurso y comenzó a balbucear estrofas sobre la sabiduría que comprende la vacuidad, pero esta vez se levantó un filósofo y le replicó 
– Estimado amigo, la vacuidad sólo puede ser un espejismo, pues el cero nunca ha existido más allá de las operaciones matemáticas. Todo parte del Uno y regresa al Uno. Lo que existe no puede dejar de hacerlo y lo que no existe no puede desear existir.

Derrotado en todas sus conjeturas sólo pudo callar y, lo más sorprendente de todo fue que en ese silencio nadie le interrumpió. 
Así el lama aprendió que es mejor trabajar para la compasión que hablar de ella. 
Entendió que el renunciante nunca llega a serlo si sigue conservando algo de sí mismo, si no llega a ofrecerse por completo. 
También comprendió que el ego se viste de santidad mil veces al día elevándose sobre cualquiera. 
Aprendió que la sabiduría no se guarda en los libros de los ilustrados, sino en la Verdad Absoluta que está más allá de la mente humana, aunque todos los corazones guarden parte de su reflejo. 

Así, en adelante, calló y buscó el Noble Silencio que se esconde bajo toda ilusión de sonido, adoptando la humildad como guía y la Verdad como meta. 
Sabiendo que en ese silencio se esconde el Secreto de los Secretos, ya no dio más conferencias, ni volvió a sentarse en un trono, sino que adoptó la humildad como maestra y ya no fue más ni budista, ni hinduista, ni sufí, ni ninguna otra cosa, sino tan solo un suspiro en el viento.


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